Carlos Agudelo Montoya
Día 1. En tiempos de incertidumbre.
Actualizado: 21 mar 2020
Las primeras respuestas le ayudaron a comprender que no estaba solo...
Nocturne op 9
Ella, miró a través de la ventana, a lo lejos una ciudad sitiada por el miedo jugaba a no darse cuenta del lugar que ocupaba en la historia de la humanidad, Amanda, caminó lentamente hacia su portátil que siempre le acompañaba, buscó entre sus melodías preferidas Nocturne op 9 N°2 de Chopin, acomodó su cuerpo en el sillón rojo que había sido regalado por su padre cuando deseó vivir sola, abrazó su gato, que con mirada plácida disfrutaba también de la melodía, el felino arrinconó su cabeza entre el regazo de la joven, le ronroneo.
—No hay derecho—dijo en voz alta—, pero la vida debe seguir—y continuó permitiendo que su tierna mascota, recostara su cuerpo entre sus brazos y ese vientre que se movía al son del ronroneo.
Amanda, soltó por un instante al animal y sus manos se posaron con suavidad sobre el abultado vientre que vibraba de vida, ese pequeño se movía insistiendo en querer salir, ya con latido propio anunciaba que pronto vendría a remplazar a todos aquellos que por esos días morían tratando de robarle una bocanada de oxígeno a la cotidianidad de la vida o tal vez de la soledad o a la indiferencia que, como monstruo, deambulaba tras cualquier esquina, calle o salón. Los dolores del parto llegaron sin avisar, era un atardecer del mes de marzo, un atardecer algo extraño, el aire estaba más pesado que de costumbre y un color rojizo invadía el firmamento de la ciudad que, a lo lejos esperaba que terminara la cuarentena a la que había sido confinada.
Intentó levantarse del sillón rojo carmesí, gritó, buscó su celular, no lo halló, estaba clavada por el dolor, jamás creyó que dar vida era donar parte de la suya, los llamados de auxilio no fueron escuchados, todo era silencio y soledad en una ciudad fantasma. Volvió a mirar la mole de edificios, a lo lejos, las cúspides de los rascacielos, tantos habitantes, todos recluidos en sus casas para cuidarse y cuidar del otro, ¿dónde estaban los que le ayudarían?, nuevamente intentó levantarse y solo logró deslizarse unos cuantos metros en el suelo de su balcón, ella habitaba el enmarañado sistema de rascacielos.“¿Que nos está pidiendo el Universo?” Alcanzó a pensar la joven madre, pero Amanda estaba sola con su gato y esa criatura que no daba espera para nacer. La muchacha que hasta hacía poco disfrutaba de las tardes en su universidad, del baile en los bares de la ciudad, que se jactaba de ser amiga de todos y todos eran amigos de ella, se encontraba completamente sola, cerró sus ojos y todo fue oscuridad, sus gritos quedaron ahogados en su garganta, mientras desde sus entrañas se deslizaba una criatura.
La pequeña entreabrió sus ojos, mientras el líquido gelatinoso y sanguinolento que cubría su cuerpo se deslizaba por el piso del balcón, sus pequeños ojos se posaron en la lejanía del firmamento, una luz iluminaba las nubes que se paseaban sin ruta alguna, en el fondo un ave negra graznaba con un ruido estridente y se veía venir, la bestia abrió su pico y la pestilencia de su aliento inundó con una bruma el balcón, mientras en el fondo la música se detuvo y la voz de un hombre llenó el espacio: “Y Poco antes de su segunda venida dará una señal; San Lucas Capítulo 5 versículo 20 al 11, grandes terremotos, hambres, pestilencias, terror serán las señales del cielo”. El gato ronroneó nuevamente mientras lamía la criatura que hacía unos instantes había terminado con la soledad de Amanda.
MAE
En los días de la incertidumbre #1
No me ames
Pero cubre mi insomnio con tú cuerpo, regálame
Un instante de éxtasis, para borrar
El murmullo agonizante de la muerte.
María Cecilia Gómez