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  • Foto del escritorCarlos Agudelo Montoya

Día 4. En tiempos de incertidumbre

Amores virtuales

          Se conocieron durante la cuarentena a través de las redes sociales. Ambos vivían en Medellín. No saben si por la soledad o porque realmente se habían gustado, pero en ese primer chat terminaron teniendo sexo. A partir de ese día los tabúes se rompieron y sus cuerpos gozaron experiencias de autocomplacencia nunca exploradas. Onan estaba en su esplendor. Los encuentros aumentaron en intensidad y el uso de objetos, frutas y demás cosas encontradas en las casas los convirtieron en unos luthiers para el placer. Las músicas que se desprendían de sus cuerpos los llevaron a lugares insospechados.

         Al finalizar la época de encierro obligado nunca se encontraron porque ella había hallado el amor de su vida en un molinillo de Oaxaca y él en los placeres de la papaya Formosa brasileña. En la distopía el amor es así, no sabes de qué o quién te enamoras.


Ilvar Josué Carantón


 

Un enemigo invisible

          El Covid19 le está dando al mundo un stop, nos estamos deteniendo ante una pared invisible... Ante un hombre, una nación, un país; podemos luchar con fuerza y valentía, sin embargo, ante el enemigo que no vemos, nos quedamos impotentes, sentimos nuestras manos atadas, nuestros pies imposibilitados. Estamos ante un enemigo más fuerte, que no usa armas de hierro, viene con armas más letales ante las cuales somos débiles, él no se detiene ante nada… Llega sin darnos cuenta, no se deja sentir, nos engaña con una caricia suave y fugaz, que luego nos derrumba como a estatuas de piedra.

         Somos hombres, somos mujeres, somos todo y no somos nada… somos un punto en el universo que tarde o temprano llegará a desaparecer. Estamos aquí, con la incertidumbre de no saber del mañana, en la espera de lo desconocido, que nos detiene en el camino, que pasa arrasando todo a su paso. Nos encontramos en casa como en una cárcel; aunque una dulce cárcel, porque es nuestra casa, nuestro hogar, donde se encuentra gran parte de nuestra vida, el hogar que nos protege y nos cuida… Estamos aquí esperando el mañana, un mañana incierto y pesaroso que desconocemos.

          El Covid19 nos está haciendo vivir una escena en cámara lenta, como si el tiempo se detuviera de repente, parece que ayer fuera hoy y hoy mañana. El mundo se detiene; no puedo decir que hay un retroceso, no; solo veo que de una manera u otra el miedo nos envuelve, la incertidumbre nos arrastra a un abismo del cual no todos podríamos levantarnos.

         Años atrás, habíamos tenido otras epidemias y virus que no se sintieron tan profundamente, como ahora con este, que parece apresarnos en masa, como un enjambre de abejas, cuando ataca a su enemigo, hasta llegar a matar.

          La crisis amenaza la estabilidad del ser humano, tan débil y frágil como una flor… y aun los animales se sienten vulnerables. Se agota el dinero, los alimentos, la salud y hasta la paciencia, ni aún los más adinerados podrían sentirse inmunes a dicha situación, puede haber mucho dinero, pero si no hay alimentos, si no hay salud, el dinero no sirve de mucho… los más perjudicados siempre serán los menos adinerados, los que deben salir a diario a conseguir el sustento de las familias y aquí en Colombia son la mayoría.

           Me siento a pensar en estos momentos en la gente del campo y creo que son un poco más afortunados, porque tienen más espacio donde moverse, donde accionar, por lo menos tienen un aire fresco y puro, que entra a sus pulmones y los purifican, además tienen más recursos a la mano, al fin y al cabo cultivan muchos de sus alimentos.

           Total caos, así es como se encuentra el mundo hoy, en este momento, ayer y quien sabe hasta cuándo, la situación es más seria de lo que parece, el enemigo oculto y silencioso es más peligroso de lo que se sabe a ciencia cierta, de lo que se comenta y nos han hecho creer. En estos momentos en los que el mundo gira sus ojos en torno a la situación actual, no queda más que quedarnos en casa e invertir nuestro tiempo en actividades productivas, que no necesariamente sean generadoras de dinero, pero que nos den satisfacción personal, al menos como para ir pasando el tiempo, para que este no se haga tan melancólico e insoportable el encierro. Entonces, por qué no ocupar nuestro tiempo en, por ejemplo, leer libros, dibujar, pintar, tocar un instrumento, escribir, etc. Ver películas, conversar, plantar flores que alegren nuestra casa, con nuestra familia, son muchas las cosas que podríamos hacer, mientras que esto pasa.

           Él vendrá, pero también desaparecerá tarde o temprano, como lo han hecho los otros que lo han antecedido, porque al fin y al cabo, el hombre siempre seguirá luchando por seguir viviendo, así sea ante un enemigo invisible. De nosotros depende la supervivencia, el continuar viendo la luz del día, el seguir sintiendo el frio de la lluvia, el continuar observando las flores abrirse en las mañanas y ver cómo se cierra la tarde, cuando llega el anochecer…

           No queda más que unirnos en una misma lucha, con fuerza, valentía, arrojo y especialmente con apoyo mutuo, mucho amor, y autocuidado para todos y cada uno.

Ruth Marleny Castro Pavas


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