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  • Foto del escritorCarlos Agudelo Montoya

De la presbicia

La edad sí importa. Y la presbicia llegó para recordármelo. No lo hizo poco a poco —o tal vez sí, aunque no me di cuenta—, para mí se presentó una noche y ya nunca se marchó. Estábamos sentados en la cama, yo leía y Angélica miraba algo en el celular, cuando de pronto giró y puso la pantalla frente a mis ojos mientras me invitaba con alegría a observar algo, mi reacción fue alejarle la mano y con esta el móvil, sentí como si me hubiera atacado mientras estaba desprevenido. ¿Qué había pasado? No había una respuesta clara, aun así, como con muchas de las reacciones del cuerpo, no le di tanta importancia, hasta que comenzó a ocurrir una y otra vez. Cuando mis amigos, mis estudiantes, mis familiares o cualquiera ponía algo a pocos centímetros de mis ojos mi reacción era de rechazo.

Y ahí llegó otra negación, hacía pocas semanas había renovado la fórmula de los lentes, entonces eso fue lo que ocurrió, hicieron mal el trabajo y ahora tendría que ir a reclamar y solicitar un cambio. Aunque los nuevos parecían funcionar para casi todo, menos cuando tenía objetos cerca. Pensé en pedirle una cita urgente a Jose, un amigo oftalmólogo, pero lo aplacé hasta que nos viéramos al siguiente sábado en nuestro juego habitual de póker. Al ver que él no llegaba comenté mi situación en la mesa y Álex me habló de la presbicia, que a él le había pasado también hacía poco y la solución resultó más sencilla de lo que yo creía.

—Intenta leer sin los lentes —me sugirió.

—Pero desde siempre he tenido astigmatismo, no podría hacerlo.

—Pues lo más probable es que ahora no lo tengas, cuando consulté la médica me dijo que podía ahora leer sin lentes…

¿Qué me estaba diciendo? En mi mente ya me veía con esos lentes bifocales que me han parecido tan difíciles de manejar. Y Álex me decía que ahora podía leer sin usar lentes, maravilloso, pensé.



Hace años, mi mayoría de edad no solo trajo un nuevo número de identificación y las supuestas libertades que en realidad eran cada vez más responsabilidades, arribó también con mis problemas de visión: astigmatismo miope. Entonces, desde mi temprana juventud uso gafas. A pesar de que a los 26 o 27 años me operaron los ojos para dejarlas, dos años después tuve que volver a ellas. Incluso, como seguro les pasa a todos lo que siempre las hemos usado, las gafas son parte de mi presentación personal.

En mis indagaciones sobre la presbicia, lo primero que me pareció particular es que también se conoce como la vista cansada. Para el curioso de las edades, le dejo este dato que comparte mayoclinic.org, así seguro calculan bien la edad en la que escribo este texto:


La presbicia es la pérdida gradual de la capacidad de los ojos para enfocar objetos cercanos. Es una parte natural y a veces molesta del envejecimiento. Por lo general, la presbicia empieza a notarse entre los 40 y 45 años y continúa empeorando hasta alrededor de los 65 años.


Sí, del envejecimiento. Uno de mis comentarios preferidos cuando ocurre algo que no me sale tan bien es: “cosas de la edad”, y luego sonrío, porque desde hace muchos años aprendí a aceptar que mi cuerpo cambiará poco a poco. Por ello me gustó, entre tantas definiciones, la que presenta la Clínica Universidad de Navarra:


Para poder enfocar los objetos cercanos, el cristalino varía su forma y, con ello, su potencia óptica.

En personas jóvenes, es muy flexible. Sin embargo, con el paso de los años, el cristalino se va volviendo más rígido y se reduce de forma progresiva su capacidad de contracción (acomodación), dando lugar a la presbicia.


Me encanta ese “con el paso de los años”. Me gusta que los años me estén pasando, que la vida siga en mí. Por eso, la edad sí importa. Para todo lo que cambiará a medida que me iré haciendo viejo, estarán la medicina y la tecnología. Ah, y mi permanente deseo por escribir y leer.

La llegada, ya no tan reciente, de la presbicia trajo consigo la libertad para leer sin lentes. Dicen que todo cambio es una oportunidad, pues la presbicia trajo la suya. Para lo demás, ya veremos qué va pasando mientras mi barba se va haciendo cada vez más blanca.



Imagen tomada de https://www.piqsels.com/


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