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  • Foto del escritorCarlos Agudelo Montoya

El problema de regalar

Actualizado: 14 dic 2023

Recibir un regalo, más que un beneficio, en ocasiones se convierte en un compromiso. Es atenuante cuando quien recibe el regalo sabe que se lo merece, pero quien no —quien no espera nada, y es sorprendido con un obsequio—, se pregunta por los motivos que llevaron a merecerlo. Con el tiempo la sorpresa se convierte en derecho; es decir, quien se sorprende por recibir un regalo tras haber cumplido con sus compromisos, después de recibir el segundo o el tercero, por hacer lo que debe hacer, termina por considerar que siempre debe ser premiado cuando hace lo que es su deber.

En la vida, este mensaje trae consigo variadas dificultades: creerse con derechos que se obtienen por que sí, sin ningún deber de por medio, es tal vez la más fuerte de todas. En educación, por su parte, es aún más significativo, ante todo, porque la escuela es un laboratorio de la sociedad, un lugar donde los ciudadanos en formación aprenden a comportarse y construyan o consoliden la personalidad con la que afrontarán el resto de su vida.

Por ello, cada acción que ocurre en las aulas de clase repercute en la vida de los estudiantes. En el sistema educativo actual, con el cambio de paradigma donde el centro de la educación es el estudiante —no el conocimiento ni el aprendizaje, solo el estudiante—, se ha generado una especie de régimen subsidiado de estudiantes que no cumplen con las competencias básicas para ser promovidos, pero se les brinda todas las oportunidades para que los alcancen, o para que la nota diga que lo hicieron, o mágicamente pasan el grado escolar con el fin de no afectar las estadísticas de repitencia.

Estos últimos son los regalos no merecidos. Pensemos por un momento en la siguiente suposición: después de recibir el primer regalo no merecido hay una sorpresa, cuando ya son dos, tres o cuatro los regalos, es obvio que se espera seguir recibiéndolos, y con el tiempo es responsabilidad de quien obsequia el haber fallado al no repetir el regalo. Eso tal vez ocurre con los docentes, es su responsabilidad el porcentaje de repitencia. Ojo, no es responsabilidad de los estudiantes que no aprenden o que no cumplen con las actividades académicas, es responsabilidad del docente por tener un número alto de estudiantes que no cumplen. Esto me trae a la memoria la tarea del operario de una máquina, es su responsabilidad que ésta deje de fallar porque no hizo el mantenimiento, es su culpa que los productos salgan defectuosos porque no utilizó los materiales adecuados, etc. Ahí sí es responsabilidad de quien dirige la máquina. Pero la educación es un proceso social donde participan seres humanos, unos con mayor experiencia y conocimiento —los docentes— y otros que llegan a aprender —los estudiantes—, por lo que la responsabilidad de los logros o los fracasos es compartida.



Formar implica que quien acompaña tenga las capacidades para hacerlo, y quien recibe esté, ante todo, interesado en formarse o aprender. Cada vez me convenzo más de que quienes dieron vida a la Ilustración, esa época donde la razón y el conocimiento se creyeron el centro de la Historia, se desilusionarían con muchos de los resultados que trajeron sus esfuerzos. Profesaron que el pueblo necesitaba conocimiento y educación, pero no se preguntaron si este estaba interesado en aprender y educarse. Vivimos en una era en la que aprender sobre cualquier tema está a un click de distancia, donde la educación es gratuita y subsidiada, es la época histórica con mayores oportunidades para formarse, pero es tal vez también el momento histórico donde hay más desinterés por saber. Entonces, ¿sí es educación lo que quiere el pueblo?

La respuesta de algunos románticos de la educación, sería que es tarea del docente la motivación por el conocimiento, pero, en serio, ¿es tarea del docente generar pasión por aprender? Creo que su obligación es enseñar con pasión, mostrar los caminos de comprensión que se abren cuando se aprende algo. Por su parte, le corresponde al estudiante desear aprender. Jorge Luis Borges dice frente a la lectura: “El verbo leer, como el verbo amar y el verbo soñar, no soporta el modo imperativo. Yo siempre les aconsejé a mis estudiantes que si un libro los aburre lo dejen; que no lo lean porque es famoso, que no lean un libro porque es moderno, que no lean un libro porque es antiguo. La lectura es una forma de la felicidad y no se puede obligar a nadie a ser feliz”. Me atrevo a cambiar el verbo, no se puede obligar a nadie a aprender, o mejor, a querer aprender.

Vivimos en una sociedad donde algunas personas de escasos recursos se han acostumbrado a vivir de manera subsidiada, incluso hay quienes aprendieron a exprimir al sistema recibiendo diferentes subsidios, con los que suman para unos ingresos básicos. ¿Qué aprendieron ellos del sistema? ¿Qué es posible vivir sin esfuerzo? ¿Qué es mejor esperar a que otro te dé, en lugar de trabajar?

Al final de cada grado escolar, hay una procesión de estudiantes que intentan recuperar lo que no hicieron el resto del año. Me encantaría utilizar el verbo desear: que desean aprender para superar el grado escolar. Pero mi ingenuidad no da para tanto. Es seguro que algunos se equivocaron en el camino, que fallaron, esos son los que valoran el proceso formativo; pero hay otros que están mendigando, esperando una limosna, por eso el profe ayúdeme.

Ahora bien, en el proceso formativo de un estudiante, de un ser humano, ¿qué es más fundamental? ¿El conocimiento de un área o materia o su formación como ciudadano, como ser humano? En mi opinión, prefiero un buen ser humano y un buen ciudadano, que un genio en matemáticas o en ciencias. Esto tal vez porque considero que un buen ser humano siempre comprenderá su papel en los resultados de su vida. Por ello, cuando caemos en la trampa del sistema educativo y damos regalos no merecidos, estamos engañando al estudiante; lo hacemos porque lo invitamos a creer que la responsabilidad frente a sus faltas depende más de los demás que de ellos mismos, y que, a su vez, quien no desee ayudarles está mal, porque ellos son seres de derechos que siempre deben ser comprendidos y recibir las eternas oportunidades. Al final, más allá del problema de regalar, ¿qué estamos enseñando?


Fotografía tomada de: https://stock.adobe.com


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