Hace varias semanas una red social me recordó que Jeison pronto cumpliría años. Él, un compañero con el que compartí poco tiempo, de quien guardo un recuerdo profundo. Su muerte fue inesperada. No fue en un accidente, no fue violenta, en realidad fue pausada, ocurrida en pocos meses. En ese momento, cuando vi el mensaje en la red social, pensé que debería escribir algo el día en que cumpliría años; desde su muerte me ronda en el alma una insatisfacción por las partidas tempranas. No es temor, es una desazón o, más bien, un desasosiego. Tengo por ahí algunas notas y fragmentos de un texto al que le llegará el momento de ser escrito.
Hoy sería su cumpleaños número 45, falleció a finales de mayo del 2020, en los meses más inciertos de la pandemia, cuando no podíamos salir, cuando nos prohibieron abrazar y compartir con otros. Cuando temíamos que la cercanía era la muerte. La última vez que lo vi fue en una semana como esta, en la que los colegios en Colombia están enfocados en la elección de los líderes estudiantiles. El último día que lo vi fue un viernes, un día en el que se enojó conmigo cuando lo confronté por no cumplir un compromiso laboral. Durante un tiempo sentí enfado conmigo por permitir despedirnos ese día con ese malestar entre los dos; que tan difícil se nos hace aceptar que un momento puede ser el último. Que tontos somos al recriminarnos por no actuar como cuando sabemos que ese encuentro es en realidad una despedida.
Cuando me siento a escribir, me ocurre muy poco que no sepa por dónde empezar, ante todo porque sé que luego podré corregir el texto y cambiar el orden; aun así, cuando la misma red social me puso en primer plano el rostro de Jeison, dudé. ¿Qué necesidad tengo de hundirme un poco en el dolor de la ausencia? ¿Para qué pensar la muerte? En esta sociedad actual, donde buscan ocuparnos para no pensar, es más común eludir que enfrentar. Yo tomé una decisión diferente, hace años me prometí no evitar mis emociones, mis temores, mis anhelos… Esa duda inicial me bloqueó por unos minutos, escribí varios inicios que luego borré, volví a la red social e hice un recorrido por su perfil. Noté que había reducido casi al mínimo su número de “amigos”. Leí algunos mensajes de quien fuera su pareja y de un amigo que no conocí. Fue cuando sin pensarlo más escribí el título que acompaña este texto, abrí otra pestaña en el navegador y escribí “Huella”, un segundo después tenía frente a mí su definición, la copié y la traje a este texto. Luego comencé a escribir teniendo presente que volvería a esa definición.
1. Señal que deja el pie del hombre o del animal en la tierra por donde pasa.
2. f. Señal que deja una lámina o forma de imprenta en el papel u otra cosa en que se estampa.
3. f. Rastro, seña, vestigio que deja alguien o algo.
4. f. Impresión profunda y duradera.
He visto manifestaciones de amigos y amigas allegadas a Jeison, su recuerdo está vivo. Su huella sigue ahí. Dejó una “impresión profunda y duradera”. La huella de una vida no permanece en el suelo, ni tampoco una vida es una cosa o un simple suceso. No hay huella eterna, no hay recuerdo perenne. Somos una temporalidad que deja su huella en el aire o en el agua, somos un instante que sólo fue para quienes nos recuerdan durante el tiempo que se los permite su existencia.
Ahora permanecen activas las redes sociales de alguien que fallece. Seguro existirá alguna forma diferente al jaqueo para eliminarlas, no lo sé, ni voy a tomarme el tiempo en averiguarlo. La solución para los otros es dejar de seguir esos perfiles, como una forma de despedirse, tal vez. No creo en el más allá ni que haya algo después de esta vida. Por ello le brindo tanta importancia al recuerdo, a esas formas que tenemos para mantener presente a quien ya no está.
Hoy soy un año mayor que él. Él que me llevaba casi tres años. No sé cuánto tiempo me queda de existencia. Tampoco sé si mi paso por otras vidas tendrá sentido, será valorada. Solo me queda vivir con la tranquilidad de actuar bien, de ser ese ser humano con el que me gustaría tomarme un café, conversar, reír o llorar. Aprender de quienes han pasado por mi vida, de quienes están y llegarán en el futuro. A quienes agradeceré por dejar en mí su huella.
Carlos Agudelo Montoya
15 de marzo de 2023
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